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24 de marzo de 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Amigos, ¿alguna vez se han preguntado cómo las personas que alguna vez fueron malas se vuelven buenas? ¿Cómo es que aquellos que antes estaban llenos de odio se vuelven amorosos y amables? ¿Llegan a ser libres aquellos que fueron esclavizados por las drogas, el alcohol, el tabaco y otros hábitos debilitantes? ¿Cómo se produce esta transformación? ¿Se vuelve uno «bueno» simplemente esforzándose?

La verdad es que tratar de ser «bueno», separado de Cristo, puede volverse muy desalentador porque nunca podremos, por nuestra cuenta, ser «suficientemente buenos» para ser salvos del pecado.

La experiencia de la salvación que llega hasta lo más profundo del alma viene sólo de Dios. Hablando de esta experiencia, Cristo dijo en Juan 3, versículos 3 y 5: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios… El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.»

Sólo a través de Jesucristo se puede experimentar la salvación, porque, como se nos dice en Hechos 4:12, «No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.» Y Jesús mismo dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» Juan 14:6.

La experiencia de la transformación, es decir, la salvación, viene solo a través de Jesucristo.

Nuestra décima Creencia Fundamental Adventista del Séptimo Día lo explica de esta manera:

“En infinito amor y misericordia Dios hizo a Cristo, que no conocía el pecado, para que fuera para nosotros pecado, para que en Él pudiéramos experimentar la justicia de Dios. Guiados por el Espíritu Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones y ejercemos la fe en Jesús como Salvador y Señor, Sustituto y Ejemplo. Esta fe salvadora viene a través del poder divino de la Palabra y es el regalo de la gracia de Dios. A través de Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios, y liberados del señorío del pecado. A través del Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva nuestras mentes, escribe la ley de amor de Dios en nuestros corazones, y se nos da el poder de vivir una vida santa. Permaneciendo en Él nos hacemos partícipes de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación ahora y en el juicio. «

Jesús nos ofrece gratuitamente a cada uno de nosotros el don de la salvación total del pecado. Nuestra parte al aceptar este regalo se explica en Romanos 10:9-10: «Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».

Una vez que aceptas el maravilloso regalo de Dios, Él perdona tus pecados pasados ​​y te mira como si nunca hubieras pecado. Luego promete ayudarte a vencer el pecado a través de Él. Leemos esta hermosa promesa en el libro de Judas, versículos 24 y 25: ”Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.» 

¿Se dan cuenta?, después de aceptar a Jesús, somos llamados, como dice en Romanos 6:4, a «andar en vida nueva». El Hijo de Dios vino a «salvar a su pueblo de sus pecados» Mat. 1:21. Dios quiere mostrarte una mejor y más feliz manera de vivir. En Ezequiel 36:26 leemos esta hermosa promesa: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros.”

Jesús nos encuentra donde estemos y se deleita en salvarnos de nuestra condición perdida. No hay camino demasiado oscuro para que Él viaje para salvarnos. No hay vida demasiado pecaminosa que Su gracia y perdón no puedan rehacernos.

Debido a Su gran amor, le respondemos con amor y agradecimiento. «Si me amáis», dice Jesús, «guardad mis mandamientos» (Juan 14:15). Nuestra respuesta de amor al asombroso sacrificio de Jesucristo es seguirlo y obedecer sus enseñanzas. Si profesamos amar a Dios, pero rehusamos seguir Su liderazgo, nuestra profesión no significa mucho. Nuestra elección de seguir Su guía es nuestra respuesta de amor por Su asombroso sacrificio.

Pero si cometemos errores o nos desviamos, Dios todavía está ahí para nosotros. La noche antes de que Jesús fuera crucificado, advirtió a sus discípulos: «Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.» (Marcos 14:38). Aunque hayamos escogido a Jesús, aún seremos tentados a pecar. Pero Dios no nos deja solos. Él promete en Hebreos 13:5: «No te desampararé, ni te dejaré».

En respuesta al amor y cuidado de Dios por nosotros, y a través del poder del Espíritu Santo, podemos vivir vidas transformadas. “Porque el amor de Cristo nos constriñe”, escribe el apóstol Pablo, “a que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” 2 Cor. 5:14, 15.

Pablo continúa diciendo: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (2 Corintios 5:17).

Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y entregamos nuestra vida a Su control, podemos estar seguros de nuestra salvación eterna. Juan escribe, «Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. (1 Juan 2:28).

Para concluir, me gustaría compartir con ustedes esta hermosa descripción de lo que significa experimentar verdaderamente la salvación en Cristo. Viene de un libro maravilloso, El Camino a Cristo, que está disponible sin costo, en egwwritings.org. Esto es lo que escribe la autora inspirada:

«La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder. Así que no has de mirar a ti mismo ni depender de ti, sino mirar a Cristo. Piensa en su amor, en la belleza y perfección de su carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su humillación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su incomparable amor: tal es el tema que debe contemplar el alma.  Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de El, es como serás transformado a su semejanza.» (El Camino a Cristo, p. 70).

Si aún no has experimentado esta vida de descanso en Cristo, te invito a aceptar hoy esta hermosa experiencia de salvación. Por favor, unámonos en oración.

Padre que estás en los cielos, gracias por la forma en que el Espíritu Santo obra en el corazón. Cómo Cristo transforma nuestras vidas, nos lleva a una correcta relación con el Padre. Señor, a medida que cada uno de nosotros enfrenta los desafíos que se nos presentan cada día, ayúdanos a apoyarnos completamente en Cristo y en Su poder para transformar nuestras vidas, para que seamos cada vez más como Jesús. Gracias por esta promesa, ahora y por la eternidad y por la promesa del pronto regreso de Jesús, cuando seremos completamente nuevos, y viviremos en un ambiente perfecto para siempre. Gracias por escucharnos. En el nombre de Jesús te lo pedimos, amén. 

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