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Experimentado profesor y organizador social explica por qué deberíamos involucrarnos más en el tema.

¿Por qué los adventistas del séptimo día deberían luchar por la justicia ambiental en favor de otras personas?

Según Joel Raveloharimisy, profesor asociado de desarrollo comunitario e internacional de la Universidad Andrews en Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos, una parte fundamental de ser adventista es trabajar para mejorar la vida de las personas no solo en el mundo venidero sino también en esta tierra.

Como experimentado defensor y activista, Raveloharimisy ha recaudado fondos para construir más de trescientos salones de clase y escuelas y numerosas iglesias en su nativa Madagascar. También ha ayudado a establecer la primera clínica oftalmológica y centro educativo del país. En 2003, inició “Acciones por Madagascar”, un grupo de estudiantes dedicados y profesionales jóvenes con el objetivo de crear cambios positivos y sustentables en Madagascar, por medio del empoderamiento de los jóvenes y las mujeres, activismo y desarrollo comunitario.

El 15 de octubre, en el Congreso sobre Justicia Social llevado a cabo en la Universidad Andrews, Raveloharimisy analizó los desafíos ambientales actuales y qué pueden hacer los adventistas al respecto para, como lo expresó el profeta Miqueas en la Biblia, “hacer justicia, amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.

Joel Raveloharimisy, profesor asociado de desarrollo comunitario e internacional de la Universidad Andrews, analizó la relación entre el medio ambiente y la justicia social, y cuál debería ser la contribución adventista, en el Congreso sobre Justicia Social, el 15 de octubre de 2021. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

La realidad de la injusticia ambiental

Raveloharimisy comenzó explicando que las guerras por los recursos que se basan en modelo económicos de extracción generan y perpetúan las violaciones a los derechos humanos. En el pasado, el colonialismo comenzó el proceso de degradación ambiental e introdujo la esclavitud industrial. “Muchas corporaciones producen bienes baratos al costo de personas vulnerables en otros países”, destacó.

La explotación actual de los recursos sigue un modelo neocolonialista, que a menudo favorece la toma de tierras comunales e indígenas y aun la detención y el asesinato de la oposición. La toma global de tierras y agua es otra cuestión, dijo, lo que incluye la actual competencia en el Ártico por los combustibles fósiles y la pelea por el acceso a los puertos y las vías de agua. “Hay sistemas económicos que capitalizan en la pobreza”, dijo Raveloharimisy. “La gente queda sin seguro o sistema de apoyo. Podemos pensar que ese es un problema del tercer mundo, pero es un problema también del primer mundo”.

La desposesión también presenta serios desafíos, según Raveloharimisy. En muchos casos, no hay registros de quién es dueño de las tierras. “Esto hace que sea más fácil que un gobierno se adueñe de la tierra para venderla, y es difícil que las personas protesten o presenten una queja”, explicó. Entonces, las personas de las zonas rurales se trasladas a las ciudades, lo que produce conflictos entre los grupos étnicos debido al incremento de la competencia.

La deforestación y la precaria administración de las tierras también han aumentado los desafíos. A menudo, pequeños terratenientes son presionados para cortar árboles para incrementar el área de sembrado, pero terminan degradando el sueño. Raveloharimisy contó la historia de un hombre de Nigeria, que almacenaba desperdicios domésticos en su tierra a cambio de algo de dinero. Muchos otros hicieron lo mismo, y la tierra ahora está arruinada; ya no se puede plantar nada, informó.

Edward Woods III se conecta con Marcella Myers (en la pantalla), profesora asociada de ciencias políticas en la Universidad Andrews y quien está actualmente realizando investigaciones en Uganda, durante un panel de discusión durante el Congreso sobre Justicia Social el 15 de octubre. Joel Raveloharimisy (segundo desde la derecha) y Stacie Hatfield, profesora asistente de antropología de la Universidad Andrews (extremo derecho), quien también participó del panel, observan. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Otros desafíos son producto de los cambios actuales en los patrones climáticos. Raveloharimisy hizo referencia a la difícil situación de los samis o lapones en Finlandia. “A medida que el permahielo se derrite, se les hace más difícil hallar tierras para sus ganados”, explicó. “Es algo que está destruyendo un estilo de vida para estas personas, no solo sus costumbres sino también su economía”.

Por qué los adventistas deberían involucrarse

En general, los modelos actuales señalan un patrón no bíblico de destrucción ambiental, destacó Raveloharimisy. Pero quejarse de la situación no resolverá las cuestiones más apremiantes, dijo. “Tenemos un mandato dado por Dios de mostrarnos proactivos”, enfatizó Raveloharimisy. Citó a Elena G. White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista, quien llamó a los cristianos que creen en la Biblia a mostrar interés en el bienestar temporal de las personas, añadiendo: “Nuestros prójimos son toda la familia humana”.*

Raveloharimisy también hizo un llamado para que cada cristiano adventista recuerde que la primera responsabilidad que recibió Adán fue ser mayordomo de la tierra. Fue el modelo original de justicia ecológica. Los fracasos creados por el hombre por su mayordomía deficiente disparan desequilibrios y conflictos. “Las personas que más sufren la devastación producida por la destrucción ambiental son las más vulnerables, las minorías”, dijo.

Marcella Myers, profesora asociada de ciencias políticas, concordó con él. “La justicia ambiental tiene mucho que ver con los derechos humanos”, dijo en una videoconferencia desde Uganda, donde se encuentra actualmente realizando investigaciones. “Y los derechos humanos no son respetados si uno ya no es capaz de ganarse la vida a partir de la tierra”.

Edward Woods III (izquierda), director de Asuntos Púbicos y Libertad Religiosa (PARL) de la Asociación Regional del Lago de la Iglesia Adventista, modera un panel de discusión durante el Congreso sobre Justicia Social, después de la presentación “El medio ambiente y la justicia social” en la Universidad Andrews el 15 de octubre. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

A pesar de la situación, Myers enfatizó que hay maneras de ayudar a las comunidades para que puedan sobrevivir sin degradar los suelos. “Pero tenemos que pensar en sus necesidades y en cómo capacitar a esas personas”, dijo.

Raveloharimisy se mostró de acuerdo. “Tenemos una responsabilidad con la sustentabilidad”, expresó.

Oportunidades para la acción

Entre las oportunidades para la acción, Raveloharimisy mencionó la organización de la comunidad para la acción social, y el fomento de la participación ciudadana y los valores comunitarios. La Iglesia Adventista ya está implementando varias de estas iniciativas a través de sus departamentos y ministerios, informó. “La construcción de la capacidad comunitaria no está separada de las creencias adventistas; nosotros pertenecemos a una comunidad”, dijo.

También señaló que se puede solicitar ayuda técnica a la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) y a Servicios Comunitarios Adventistas (ACS). Al mismo tiempo, los miembros de iglesia pueden apoyar enfoques que fomenten el empoderamiento por medio de la educación adventista, y favorecer actividades de activismo que buscan cambiar o mejorar la legislación actual.

Raveloharimisy ha estado involucrado en iniciativas de activismo en Madagascar, aun cuando se le dijo que tuviera cuidado “para no manchar a la iglesia”. Pero para él, la justicia ambiental es una parte central de ser adventista. Al contar sobre un caso específico de activismo en el que una compañía extranjera estaba extrayendo grafito sin consultar con el grupo étnico que vivía en la isla, dijo: “Por supuesto, oramos, pero también tenemos herramientas. Usamos los medios para movilizar al público. Finalmente, la gran corporación se sentó conmigo, y fuimos a Madagascar y hablamos con la gente. Ahora han llegado a un acuerdo que protegerá la tierra”.

Myers concordó con él. “He visto muchos adventistas que trabajan con diversas organizaciones, que están profundamente comprometidos con su fe y con la lucha por la justicia ambiental”, contó.

No es una tarea fácil, pero puede hacerse, enfatizó Raveloharimisy. “Tenemos que ser sabios; el Espíritu Santo nos dará la sabiduría. Disfrutaremos de un ambiente perfecto solo en el cielo. Pero también podemos tener una vida mejor aquí”, expresó.

En los pasos de Cristo

El presentador y los panelistas concordaron que en lo que respecta a la justicia ambiental, quedarse callados no es una opción viable. Las cuestiones ambientales, destacó, también están afectando a miembros de iglesia. “Cientos y miles de personas, incluidos los miembros adventistas, son víctimas de esas injusticias. ¿Deberíamos quedarnos callados?” preguntó.

Como en la historia bíblica de Ester, destacó Raveloharimisy, si no hacemos nuestro trabajo, la ayuda puede venir de otra parte. “Pero es nuestro deber y privilegio participar”, destacó.

Stacie Hatfield, profesor asistente de antropología en la Universidad Andrews, dijo que, para ella, la justicia ambiental se encuentra enmarcada en la historia abarcadora del conflicto cósmico entre Dios y Satanás. “En este mundo, vemos que Satanás está trabajando en todo momento para explotar a la gente, para destruir nuestro mundo”, dijo. “Pero Jesús vino a estar con nosotros. Y él vivió como vivió, y murió como murió, para salvarnos de la explotación. Por ello, es nuestro deber participar de esa restauración de las personas y comunidades”.
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* Elena G. White, El ministerio de la bondad (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1977), 49.

Traducción de Marcos Paseggi

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