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Activista adventista analiza la situación y comparte los desafíos y oportunidades.

La mutilación genital femenina, o la remoción de parte o de todos los órganos genitales femeninos externos es una práctica tradicional sumamente arraigada con severas implicaciones para la salud de las niñas y las mujeres, ha expresado en repetidas ocasiones las Naciones Unidas. Akintayo Odeyemi, un investigador y estudioso adventista, analizó las complejidades de este flagelo global, en el Congreso sobre Justicia Social en la Universidad Andrews, en Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos, el 15 de octubre.

En su presentación en línea, Odeyemi, quien hasta hace poco fue director ejecutivo de la Sede Regional Africana de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), señaló lo que pueden hacer los miembros de iglesia y los activistas adventistas para oponerse a la mutilación genital femenina y crear cambios duraderos en la comunidad.

Qué es, y por qué

Odeyemi contó que la mutilación genital femenina es más prevaleciente en ciertos países africanos como es el caso de Egipto, Sudán, Somalia y Mali. Que también a menudo se puede llevar a cabo entre el octavo día después del nacimiento hasta los 9 años de edad. En algunos países, más del ochenta por ciento de las niñas han pasado por la mutilación genital femenina antes de s décimos cumpleaños. Los instrumentos para llevar a cabo la intervención van desde cuchillos y navajas hasta piedras afiladas. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es raro que se usen anestesia o antisépticos.

Colette Newer, directora asociada de Servicios Comunitarios Adventistas de la División Norteamericana, fue la conductora de la sesión sobre mutilación genital femenina en el Congreso sobre Justicia Social en el campus de la Universidad Andrews. “Estos son temas muy oscuros que no son fáciles de enfrentar. Necesitamos la presencia y la ayuda de Dios para hacerles frente”, dijo Newer. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Las razones por las que se practica la mutilación genital femenina son diversas, reconoció Odeyemi. Entre ellas, la tradición, la supuesta preservación de la virginidad, y la supuesta prevención de la promiscuidad. También es visto como parte del rito de iniciación de una joven a la adultez y la aceptación social. Varios factores alientan la persistencia de la práctica, dijo Odeyemi, lo que incluye la ignorancia, la falta de educación para la salud, y lo que él denominó “una amplia pero falsa creencia de que la mutilación genital femenina es una práctica apoyada por la religión”.

La mutilación genital femenina como cuestión de justicia social

Los efectos de la práctica a menudo son devastadores, enfatizó Odeyemi. Incluyen tanto complicaciones y consecuencias tanto inmediatas como a largo plazo, como por ejemplo un dolor atroz, infecciones, disfunción sexual y hasta infertilidad. Pero los efectos adversos van más allá de los físicos. Citó una declaración de la OMS, que dijo que “las mujeres pueden experimentar sentimientos de imperfección, ansiedad, depresión, irritabilidad crónica y frigidez […]. Muchas niñas y jóvenes, traumadas por la experiencia, pero sin medios aceptables de expresarlo, sufren en silencio”.

La mutilación genital femenina se considera ahora una violación de los derechos humanos. “Cada niña y mujer tiene el derecho de ser protegida de esta práctica dañina, que es una manifestación de la inequidad arraigada de los sexos con consecuencias devastadores”, leyó Odeyemi, citando un perfil publicado por la UNICEF en marzo de 2020.

Con este trasfondo, Odeyemi contó lo que ADRA está haciendo en Kenia para reducir el número de niñas que son sujetas a esa práctica.

Detener el sangrado

Según un artículo sobre mutilación genital femenina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), unos doscientos millones de mujeres hoy vivas han pasado por algún tipo de mutilación genital femenina, y otros 68 millones están en riesgo de verse mutiladas para 2030. “No se debería permitir que pase esto”, dijo Odeyemi. Añadió que los cristianos que creen en la Biblia tienen instrucciones directas de Dios de cuidar de los demás. Salmos 82:3 nos ordena: “Defended al débil y al huérfano”, leyó.

Después de la presentación en línea de Akintayo Odeyemi en el Congreso sobre Justicia Social, un panel de discusión con el presentador incluyó a la estudiante doctoral de Andrews University Adelina Alexe (izquierda) y al profesor de misión mundial de Andrews Wagner Kuhn (centro). Esther Knott (derecha), directora asociada de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana, moderó la discusión. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Odeyemi contó que desde 2003, ADRA ha estado trabajando con comunidades para reducir la mutilación genital femenina, específicamente en Kenia. “ADRA Kenia posee vasta experiencia de trabajo mediante enfoques centrados en la comunidad”, reportó. Algunas de las estrategias de ADRA incluyen la participación de guardas, que incluye a los responsables de la práctica. Implica crear consensos en la comunidad, fortaleciendo la protección de las niñas, y hallando maneras de empoderar a las vulnerables. También contempla incluir a los hombres, los muchachos y los jóvenes para incrementar su aceptación de las niñas, dijo.

“ADRA ha estado apoyando la formación de clubes de niños en las escuelas, sugiriendo ritos de iniciación alternativos, y trabajando con las iglesias locales para brindar sesiones a los padres”, dijo Odeyemi. La agencia también está promoviendo la educación de las niñas y programas de salud comunitaria, añadió. “La educación es fundamental. Muchos lo hacen porque no conocen otra cosa. [La mutilación genital femenina] ha sido practicada por generaciones. Pero estamos viendo cambios”, afirmó.

Los resultados del “activismo no confrontativo” de ADRA son lentos pero tangibles, informó Odeyemi. Entre 2010 y 2018, ADRA contribuyó a rescatar a al menos 8192 niñas de la mutilación genital femenina como parte de su Proyecto de Empoderamientos de Niñas y Mujeres en Kenia. “Puede que parezca una cifra pequeña, pero cada una de ellas representa una vida transformada para siempre”, expresó.

Aún existen algunos desafíos significativos, reconoció Odeyemi. Algunas personas siguen resistiéndose al cambio, y algunos grupos étnicos siguen tratando de imponer la mutilación genital femenina a sus mujeres. Al mismo tiempo, algunas madres y abuelas que experimentaron la mutilación genital femenina de niñas son a menudo sus más firmes defensoras, contó. El COVID-19 también ha tenido un impacto negativo sobre el plan de intervención de la Iglesia Adventista contra la mutilación genital femenina, dijo Odeyemi. “La mutilación genital femenina no debería ser vista en forma aislada”, aconsejó, “dado que es necesario hacer frente a otros desafíos como el acceso a la educación y la salud al mismo tiempo”.

A pesar de la situación, informó Odeyemi, los trabajadores de ADRA han sido testigos de “un incremento en el número de miembros de la comunidad que apoyan poner fin a la práctica de la mutilación genital femenina. En varios grupos étnicos, podemos ver un cambio positivo de actitud”, dijo. Podemos afirmar que adra está deteniendo el sangrado en Kenia”.

El investigador y activista adventista Akintayo Odeyemi analizó las conexiones entre la mutilación genital femenina y la justicia social, y lo que ADRA está haciendo en Kenia para reducir esa práctica perjudicial. [Fotografía: cortesía de Akintayo Odeyemi]

Desafíos y oportunidades

La animada sesión de preguntas y respuestas con los participantes dedicó tiempo a delinar algunos de los desafíos aún existentes que enfrentan los trabajadores que luchan por poner fin a la práctica. Wagner Kuhn, profesor de misión mundial en la Universidad Andrews, enfatizó que, al cambiar las creencias y tradiciones, los activistas pueden efectuar cambios en las comunidades a las que sirven.

Odeyemi concordó con él. “Las estructuras basadas en la comunidad juegan un papel vital para fomentar y sustentar los cambios”.

Existen obstáculos prácticos, sin embargo. Un elemento que, según Kuhn, hace que la lucha contra la mutilación genital femenina sea más difícil es que las organizaciones que luchan contra ella a menudo tienen que hacer frente a leyes locales permisivas en países que han prohibido la práctica. “En esos lugares, las leyes locales no suelen ser disputadas o anuladas por el gobierno”, explicó.

La presión social y las costumbres locales también juegan un papel clave, dijo Kuhn. Contó la historia de una familia adventista en Kenia que estaba involucrada activamente en la lucha contra la mutilación genital femenina. Un día, la hija de la familia insistió en que quería visitar a unos parientes en una zona rural. Cuando sus padres se insistieron en que les contara qué es lo que andaba buscando, descubrieron que las amigas de su hija habían insistido en que ella necesitaba someterse a la mutilación genital femenina, y que había decidido ir a una aldea para que se la practicaran.

“Esto es algo mucho más profundo de lo que alguno de nosotros puede comprender en Occidente”, dijo Kuhn. “Muchas veces, estas prácticas culturales pueden esclavizar a la gente, que no puede ver otra alternativa a menos que se estudie el tema y sean convencidas por el Espíritu Santo de que el cuerpo es un templo del Espíritu Santo y que hemos sido creados a imagen de Dios”.

Los miembros de la Iglesia Adventista la mutilación genital femenina

Un participante preguntó a los panelistas qué deberían hacer los miembros de iglesia en respuesta a la espantosa realidad y prevalencia de la mutilación genital femenina. “Tenemos que luchar por la erradicación completa de esta práctica”, dijo con total claridad Odeyemi. Pero es un proceso largo y complejo, reconoció, aun dentro de la Iglesia Adventista en esas regiones.

Contó cómo él va de lugar en lugar, hablando con los miembros de iglesia para descubrir qué es lo que saben y piensan sobre el tema. “Les hice la pregunta: ‘¿Es justo esto? Sí, ya sé es que es cultural pero, ¿es justo esto?’”, contó Odeyemi. “‘¿Es esta la cultura bíblica, o la cultura propia?’”, les pregunta.

En muchos casos, explicó Odeyemi, los miembros de iglesia le dicen: “Estoy confundido”. Los trabajadores como él finalmente llevan a los miembros de iglesia a un punto en el que pueden ver la luz sobre el tema. Pero no es un resultado fácil, explicó, dado que los elementos culturales están tan incrustados en la vida y la práctica de algunos miembros de iglesia que cualquier cambio puede ser perjudicial para la feligresía y aun para la fe de ellos. “Tiene que ser hecho con cuidado”, reconoció. “Tiene que ver con la educación, comenzando con la Biblia, y avanzando lentamente para mostrarles que esas prácticas culturales son contrarias al reino de Dios”.

Desde una perspectiva misionológica, expicó Kuhn, “en ocasiones, el misionero, el educador de salud, que van a estos lugares no están involucrados en esa mentalidad, de manera que son transformadores naturales, personas que cambian la cultura”. Kuhn añadió que deberíamos oponernos al área de la antropología que señala que siempre deberíamos preservar la cultura local. “No podemos [trabajar para] preservar culturas que esclavizan, oprimen y abusan a otras personas”. En ese sentido, dijo, “quiero celebrar lo que el doctor Odeyemi está haciendo con ADRA en ese contexto en Kenia”.

Traducción de Marcos Paseggi

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