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8 de julio de 2021 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Hoy, en nuestro breve tiempo juntos, me gustaría centrarme en la maravillosa esperanza que tenemos en Jesús. Como muchos de ustedes saben, hace solo unas pocas semanas perdimos a nuestro precioso nieto, James Wright. James, que murió poco antes de cumplir los ocho años, era el hijo menor de nuestra hija, Elizabeth, y nuestro yerno, David Wright.

Quiero agradecer a cada uno de ustedes que se tomó el tiempo para expresar sus pensamientos, condolencias y oraciones por nuestra familia mientras «caminamos por el valle de sombra de muerte». Sus oraciones continúan elevándonos y sosteniéndonos durante este tiempo, y en nombre de la familia les agradecemos.

El pequeño James sufrió durante la mayor parte de su corta vida, una enfermedad terminal y debilitante, conocida como «Enfermedad de Alexander». Sin embargo, a pesar de esto, era un niño dulce, amable, cariñoso y atento con todos, incluidos los médicos y enfermeras que lo cuidaban. Fue verdaderamente un rayo de luz para Jesús.

Y por difícil que fue decir adiós, alabamos a Dios, por que no nos entristecemos como los que no tienen esperanza. Leemos en este maravilloso pasaje, en 1 Tesalonicenses 4:13-18 lo siguiente,

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.  Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.» 

Y, de hecho, ¡qué consuelo son estas palabras! Amigos, cuando pensamos en nuestros seres queridos que se han ido a dormir en Jesús, podemos tener tanta esperanza y paz porque sabemos que un día pronto nos reuniremos y nunca más tendremos que despedirnos. Todo por la gracia y la sangre de Cristo Jesús. ¡Qué maravillosa y gloriosa promesa es esta!

Mientras tanto, sin embargo, podemos estar en paz, sabiendo que en este momento, nuestros seres queridos simplemente están dormidos. Ya no están sufriendo, ya no están preocupados, ya no tienen luchas. La Biblia nos asegura esta verdad. En Salmos 146:4 se nos dice de quienes han muerto,

«Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos.»

Y en Eclesiastés 9:5 se nos recuerda, «Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben”.

Y en 1 Corintios 15:51-55, Pablo establece muy claramente cómo un día, los que mueran en Cristo, así como los que vivan en Él cuando Jesús venga, recibirán el don de la inmortalidad. Leemos:

«He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos…” Noten de nuevo, cómo la Escritura llama a la muerte como un sueño— «No todos dormiremos, pero todos seremos transformados,  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  Porque es necesario que

esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

Sí, queridos amigos, nunca perdamos la esperanza. ¡Porque tenemos la palabra segura de Dios que está llena de estas preciosas promesas!

Para terminar, me gustaría compartir algo muy alentador que Elena de White le escribió a su hermana gemela, Elizabeth, cuando falleció Eva la pequeña hija de Elizabeth. Ella escribió:

«Con frecuencia se marchitan nuestras esperanzas más acariciadas. La muerte nos arranca a nuestros seres amados. Cerramos sus ojos… y los ocultamos de nuestra vista. Pero la esperanza nos hace cobrar ánimo. No estaremos separados para siempre, sino que volveremos a encontrar a nuestros seres amados que duermen en Jesús. Volverán de la tierra del enemigo. El Dador de la vida está por venir. Millares de santos ángeles lo escoltan en su camino. Él rompe las cadenas de la muerte, destruye los grilletes de la tumba, y entonces los preciosos cautivos salen con salud y belleza inmortales. “Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse” {2MS 297.2}.

Qué pensamiento tan maravilloso es que a nuestros seres queridos, jóvenes y ancianos, que han muerto en Jesús, un día muy pronto se les dará una vida nueva e inmortal y estaremos para siempre con ellos y con el Señor. Que estas palabras nos den a todos esperanza y valor mientras esperamos ese gran día de resurrección.

Oremos juntos ahora mismo.

Padre celestial, gracias por la promesa de la vida inmortal, cuando Jesús descienda del cielo con gran poder y suene la trompeta y salga el grito, y los que descansan en Jesús, los que han muerto en Jesús, resucitarán y los veremos ir por el aire y aquellos de nosotros que estamos vivos los seguiremos en el aire, para siempre estar con el Señor, anhelamos ese día. Gracias por esta bendita esperanza que tenemos, todo por lo que Jesús ha hecho por nosotros, su sangre y su gracia, su justicia que es el núcleo de los mensajes de los tres ángeles, gracias por escucharnos en esta oración y por la bendita esperanza que tenemos, te lo pedimos todo en el precioso y maravilloso nombre de Jesús, nuestro Señor y Rey venidero. Amén.

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