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En Canadá, ADRA se goza en apoyar huertos de hortalizas de una congregación local, en beneficio de la comunidad.

1 de junio de 2021 | Ontario, Canadá | Por ADRA Canadá

Con la aparición de la pandemia de COVID-19 en la primavera de 2020, F. Edgar Nunes, pastor de la  Iglesia Adventista del Séptimo Día Kingston, en Kingston, Ontario, Canadá, se preguntaba a sí mismo, “¿qué más puede hacer mi iglesia para ayudar a los necesitados?” Estamos repartiendo tantos alimentos como nos lo permiten nuestros recursos, pero esos recursos son limitados. ¿Qué más podemos hacer?”

Al observar la amplia superficie de césped que rodea al edificio de la iglesia, una idea comenzó a tomar forma en su mente. “Podemos ayudar a nuestros vecinos a ayudarse a sí mismos. Podemos ayudar a nuestros vecinos y a la comunidad de Kingston, facilitando nuestra enorme superficie de césped, que no utilizamos, como hortaliza de la comunidad”.

Después de discutirlo y de cuidadosa investigación, la congregación decidió construir planteros elevados para cultivo de vegetales. Cada plantero elevado costaría unos 300 dólares canadienses, equivalentes a unos 250 de dólares estadounidenses, para los marcos de madera y la tierra de cultivo. Carpinteros locales confirmaron que tales unidades podían construirse y entregarse terminadas en razón de diez días. Entendiendo que los huertos estarían listos para la siembra a mediados del mes de junio y cosechados los productos a través del verano y parte del otoño, la iglesia solicitó la asistencia de ADRA para ayudar con el costo.

 

Voluntarios trabajan en planteros de hortalizas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Kingston, en Kingston, Ontario, Canadá. [Imagen: ADRA Canadá]

Es siempre una bendición recibir estos tipos de solicitudes; ver a las iglesias y grupos locales procurando activamente convertirse en las manos y pies de Cristo. En ADRA, consideramos tal solicitud y vimos la mano de Dios en ello, ya que nosotros también estábamos procurando participar en más proyectos canadienses. Y justamente en ese tiempo, Dios proveyó una iglesia dispuesta a ser nuestro primer socio en nuestro propio “patio trasero”, por así decir.

En asociación con miembros de la comunidad, la iglesia adventista Kingston se esforzó durante el verano para cultivar y cosechar varios centenares de kilos de alimentos para compartirlos con bancos de alimentos locales, comedores de beneficencia y familias necesitadas. A través de la cosecha de otoño, grandes cantidades de tomates, repollos, berenjenas, papas, ajos, cebollas, calabacines y calabazas, encontraron su rumbo hacia las mesas que los necesitaban

Un miembro participante de la comunidad de Kingston, que había adoptado uno de los planteros de vegetales, señaló que había vivido en ese vecindario por más de 25 años y “nunca había puesto un pie en la propiedad de la iglesia o venido a sus servicios”. Desafortunadamente, esta experiencia es demasiado común en las comunidades de nuestras iglesias locales. Pero cuando se hizo la encuesta sobre esta huerta comunitaria, a fin de evaluar el interés de la comunidad, este hombre indicó su deseo de ser parte de ello y adoptó uno de los planteros. Cuando se le preguntó acerca de esta experiencia, dijo: “¡Esto le ha puesto un rostro nuevo a la iglesia!”

 

A través de la cosecha de otoño, grandes cantidades de tomates y otros vegetales, encontraron su rumbo desde los jardines de Ia Iglesia Adventista Kingston, a las mesas que los necesitaban [Imagen: ADRA Canadá]

Muchas iglesias cuentan con propiedades que podrían usarse para satisfacer las necesidades de familias en su comunidad. A pesar de la pandemia de COVID-19, nuestras casas de adoración pueden permanecer conectadas a la comunidad y mantenerse relevantes durante estos tiempos  difíciles. La Iglesia Adventista del Séptimo Día Kingston, ejemplifica este enfoque en la comunidad y ADRA Canadá recomienda este programa de costa a costa.

Que todos nos esforcemos por ponerle un “nuevo rostro” a todas nuestras iglesias, que lleve ultimadamente a las personas a Cristo, a quien pueden venir a conocer y ver algún día cara a cara.

La versión original de esta historia se publicó en la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales en Canadá.

Traducción – Gloria A. Castrejón

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