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La violencia doméstica es un desafío que la Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene que confrontar, dijo David Williams, profesor e investigador de Harvard durante su presentación a los miembros de la Junta Directiva de la Iglesia Adventista, que se reunieron en forma virtual el 12 de octubre de 2020.

El tema que presentó Williams, titulado “Enditnow: Cómo confrontar de manera efectiva el desafío de la violencia doméstica”, busca educar a los miembros de la junta sobre el estado de la cuestión en el mundo, y entonces mostrar lo que la Iglesia Adventista puede hacer para marcar una diferencia en la sociedad.

Esto es algo que ya se está llevando a cabo, enfatizó Peter Landless, director de Ministerios Adventistas de Salud al presentar a Williams. Landless estaba haciendo referencia a la iniciativa enditnow, lanzada por la Iglesia Adventista para detener la violencia contra las niñas y las mujeres. “Es un proyecto multidepartamental que iniciaron los Ministerios de la Mujer”, explicó Landless, “pero hoy día las familias, los niños y todas las personas se están asociando para confrontar de manera efectiva la violencia doméstica”.

De qué estamos hablando

En la primera parte de su presentación, Williams definió la violencia doméstica según lo hacen las Naciones Unidas, a saber, como “cualquier acto de violencia basada en el género que resulte, o que tiene probabilidad de resultar, en perjuicios físicos, sexuales, o psicológicos, o en sufrimiento a las mujeres, lo que incluye amenazas de tales actos, coerción o deprivación arbitraria de la libertad, ya sea ocurra en la vida pública o privada”.

“La violencia doméstica tiene muchos rostros —físico, sexual, económico— pero la violencia doméstica siempre es psicológica: ataques verbales y una erosión constante de la autoimagen”, expresó.

La violencia doméstica incluye una amplia gama de conductas, lo que incluye revisar todo el tiempo para ver dónde está el cónyuge o decirle que es fea, gorda o flaca, estúpida o inútil. Hasta incluye usar las Escrituras para justificar la conducta o no dar a la otra persona nada de dinero.

Según la ONU, dijo Williams, el hogar es el lugar más peligroso para las mujeres. En efecto, “una mujer corre un mayor riesgo de sufrir ataques, lesiones físicas y homicidio en su hogar que en ningún otro ámbito”.

Las estadísticas llaman a la reflexión, dado que en 2017, 87 mil mujeres perdieron la vida. De ellas, 50 mil, o el 58 por ciento, fue a manos de sus parejas o de integrantes de su familia, informó Williams. Según un estudio de 2018 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, “las mujeres representan el 82 por ciento de los homicidios perpetrados por su pareja o por un integrante de la familia; seis mujeres pierden la vida cada hora, o 137 por día, a manos de personas que conocen”. Y el número de muertes va en aumento, dado que “no ha habido progresos para proteger y salvar la vida de las víctimas mujeres en años recientes, a pesar de las leyes y programas para erradicar la violencia contra las mujeres”, informó.

La violencia doméstica entre los cristianos y en la sociedad

Williams informó que algunos estudios han mostrado que la violencia doméstica es más común en pequeños grupos religiosos conservadores. Señaló que una muestra aleatoria de un estudio de 2006 de 1431 adventistas de setenta iglesias en una región de cinco estados de los Estados Unidos, halló altos niveles perturbadores de violencia de pareja entre los adventistas. En ese estudio, el 65 por ciento de las mujeres informó que había experimentado conductas controladoras y degradantes al menos una vez en la vida, el 46 por ciento experimentó violencia periódica de pareja, y el 29 por ciento experimentó violencia sexual.

La sociedad tampoco ayuda, dijo Williams, dado que la violencia es un método común de resolver problemas. “En muchos programas de televisión para niños [dibujos animados], la violencia es la primera elección para la resolución de conflictos y carece de consecuencias duraderas”, explicó. “La víctima es aplastada o explota pero es restaurada mágicamente poco después, [y] a esto le sigue un incesante entrenamiento avanzado en la violencia por medio de las películas y la televisión”.

Dentro de un contexto religioso, explicó Williams, la Biblia a menudo ha sido usada erróneamente para brindar apoyo moral e ideológico a ideas de superioridad masculina, y para implementar límites rígidos de conducta entre los maridos y sus esposas. “Muchas personas de nuestra Sociedad ven el papel determinado socialmente de los esposos y las esposas como establecido por Dios para todas las culturas, sociedades e instancias”, dijo.

El pasaje más famoso que ha sido usado para justificar el abuso de las esposas por parte de sus esposos es Efesios 5:22, donde el apóstol Pablo escribe: “Mujeres, estad sujetas a vuestro marido”. Algunos maridos piensan que ese versículo les la licencia de usar la fuerza física en sus esfuerzos de “mandar a sus hijos y a su casa después de sí”, citó Williams. Y “muchas mujeres aceptan la violencia como parte de su suerte en la vida, que ha sido ordenada por Dios”.

Pero Efesios 5:22 no puede verse divorciado del versículo 21, donde Pablo llama a todos a someterse “unos a otros en el temor de Dios”, añadió Williams. “La orden de que las mujeres estén sujetas a sus maridos tiene que ser equilibrada con las tres órdenes en este pasaje de que los esposos amen a sus esposas con el mismo amor sacrificado que Cristo tuvo por la iglesia. Este pasaje dirige el doble de instrucciones a los maridos que a las mujeres, dado que 9 de los 13 versículos describen de qué manera los maridos tienen que cuidar y atesorar a sus esposas”.

¿Qué puede hacer la iglesia?

El nivel de abuso conyugal en la sociedad indica que los cristianos deberían involucrarse para ministrar a los afectados, enfatizó Williams. “Si realmente queremos ser como Cristo, tenemos que mostrarnos ansiosos por identificar y cuidar a los que están sin protección, están heridos y carecen de un defensor”, expresó. Como iglesia, “podemos ser ya sea parte del problema o parte de la solución. No hay soluciones fáciles, pero hay mucho que puede hacerse”.

Williams explicó que la ignorancia y el estigma asociado con la violencia doméstica enfatiza la necesidad de capacitar y educar a los pastores y a otros obreros institucionales respecto del abuso. “A menudo, los pastores y los obreros de salud y servicios humanos refuerzan el sentimiento de culpa o la humillación debido a su tratamiento insensible de las víctimas”, expresó. Algo similar puede suceder en un contexto religioso, dado que muchas mujeres abusadas sienten que no pueden aproximarse a su iglesia o pastor.

En este contexto de grandes desafíos, hay al menos tres cosas que la iglesia puede hacer, dijo Williams: ser consciente, involucrarse y apoyar. En la última parte de su presentación, describió un poco más estas tres sugerencias.

Ser conscientes: Creemos mayor conciencia

Williams señaló que la iglesia tiene que adoptar una posición definida sobre el tema del abuso, y brindar mensajes periódicos en sermones, talleres, seminarios y clases, enfatizando que al abuso es inapropiado, no es de Cristo y está mal. “Una iglesia local puede usar pósteres, tarjetas, folletos y el sitio web de la iglesia para indicar públicamente que el abuso doméstico es inaceptable y que está en contra del plan de Dios para las familias cristianas”, expresó. “La iglesia tiene que reconocer el dolor real y la victimización causada por el abuso físico y sexual, y brindar oportunidades de sanación y reconciliación para los que han sido lastimados, y confrontación y asistencia a los que han sido los abusadores”.

Es algo, advirtió Williams, que no siempre es fácil de lograr, dado que muchas iglesias a menudo no tienen la preparación necesaria. “Si la capacitación y experiencia apropiadas en este campo, podemos hacer más mal que bien”, expresó. “Pero podemos aprender a apoyar las víctimas, y empoderar a las víctimas para que busquen la atención profesional de las agencias pertinentes”.

Involucrarse: Participación activa

La iglesia tiene que esforzarse para llegar a ser un lugar seguro, y la congregación y el liderazgo tienen que considerar la adopción de más acciones, señaló Williams. “Los líderes de la iglesia necesitan hacer su tarea para incrementar su comprensión del abuso doméstico. Usen recursos en línea y lean libros sobre el tema para estar mejor informados”.

Williams dijo que los líderes de la iglesia también pueden educar a la iglesia invitando a servicios locales de abuso doméstico a un culto o programa, para que hagan presentaciones y brinden capacitación, y aun reservar un día en el calendario de la iglesia para crear conciencia.

La iglesia tiene que discutir el abuso doméstico y cuestiones de conflicto en cursos y recursos premaritales, matrimoniales y de relación, y en programas para jóvenes. “Planifiquen talleres especiales y capacitación para los hombres sobre lo que significa ser un hombre que camine en las huellas de Cristo”, aconsejó Williams.

Según Williams, también es fundamental respetar y escuchar a los abusados, creer a la víctima, evitar pedirles una prueba de la violencia, y asegurar a la víctima que no es su culpa. También ayuda “reasegurar la conservación de la confidencialidad y […] ser honestos y francos sobre la capacitad que tenemos de ayudar”.

La iglesia también puede ayudar a los hombres para que reconozcan su problema, enfatizó Williams. “Dios requiere que los hombres asuman la responsabilidad plena de sus acciones, y el primer paso en la prevención es reconocer que el problema existe”.

Apoyo: Para las víctimas, los supervivientes y los infractores

La iglesia puede brindar derivaciones locales y apoyo a los recursos locales para los supervivientes y los infractores, señaló Williams. “Trabajen juntos con los proveedores de servicios locales y establezcan senderos y sistemas claros para las derivaciones”, aconsejó.

Se podría brindar capacitación a miembros de iglesia designados, dijo Williams, añadiendo que ellos pueden ser un punto de contacto, dado que el personal necesita verse apoyado con una supervisión clínica adecuada. “

Algunas iglesias grandes pueden brindar un apoyo abarcador a los supervivientes y a los infractores, en colaboración con los proveedores de servicios locales”, señaló, pero “todas las actividades de apoyo deberían llevarse a cabo de manera de garantizar la seguridad y la confidencialidad de las mujeres y los niños”.

Consejos bíblicos

Dios nos está llamando a través de las Escrituras para que nos amemos unos a otros, recordó Williams a su audiencia. “Tenemos grandes consejos de las Escrituras. Busquemos al Señor; busquemos al Espíritu Santo para que nos convenza de este problema en nuestras iglesias y comunidades,” expresó.

Williams también reiteró un llamado a desarrollar programas que marquen una diferencia para proteger a todos los hijos de Dios. “Sabemos que al hacerlo así, estaremos haciendo la obra que Dios nos quiere que hagamos — que cuidemos a nuestros hermanos más pequeños, que los protejamos, y que garanticemos su seguridad y su bienestar”, expresó.

Traducción de Marcos Paseggi

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