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3 de julio de 2020 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos |

¡Hola, amigos!

Me siento feliz de saludarlos esta semana y compartir noticias que entusiasmas. Este fin de semana, el viernes 3 de julio y el sábado 4 de julio, es el lanzamiento mundial de I Will Go, un llamado personal a la acción que todo adventista puede abrazar. Y quiero invitarlos personalmente para que participen de este maravilloso plan estratégico de alcanzar el mundo.

Este plan, cuyo lanzamiento se había planificado originalmente en el que habría sido el fin de semana final del Congreso de la Asociación General en Indianápolis, está siendo lanzado virtualmente, porque el Congreso fue pospuesto debido al coronavirus.

Pero alabado sea el Señor, no hay nada —ni siquiera una pandemia mundial— que pueda detener el llamado de Dios de alcanzar el mundo. Espero que escojan ser parte de su plan, y que planeen acompañarnos. Les daremos mayores detalles sobre cómo pueden acompañarnos en mi página de Facebook.

En nuestro breve mensaje de video para hoy, junto con este tema nuestro de “I Will Go”, me gustaría dedicar unos breves minutos a dirigirme al libro de Isaías, el capítulo 6. En este capítulo, vemos que un joven —Isaías— experimenta una maravillosa visión.

A partir del versículo 1, leemos: “El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo: ‘¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!’ Los quicios de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo” ¿Pueden imaginar lo que tiene que haber sido ver directamente al trono de Dios; ver y experimentar la santidad de Dios? Escuchar que los ángeles exclaman: “¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos!” ¿Pueden imaginarse cómo se habrá sentido Isaías?

Bueno, no necesitamos preguntárnoslo, porque Isaías nos dice en el versículo 5: “¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”.

Verán ustedes, Isaías se dio cuenta de su propia indignidad, de cuán indefenso era, y confesó que era pecador, que provenía de “un pueblo que tiene labios inmundos”.

Y aunque lo que Isaías dijo era verdad, alabado sea Dios que no dejó a Isaías en la miseria. En los versículos 6 y 7, vemos que un ángel comisionado especialmente voló rápidamente hasta Isaías y simbólicamente lo purgó de su pecado al tocar su boca con un carbón encendido.

El ángel habla en el versículo 7: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa
y limpio tu pecado”.

¡Qué mensaje hermoso y maravilloso! Después de que Isaías clamó y confesó su pecado, fue redimido rápidamente: su iniquidad fue quitada y fue limpio de su pecado.

Pero eso no es todo. Hay aún más en este hermoso y maravilloso encuentro. Porque verán, Dios no solo nos redime sino que, por medio de su poder transformador, nos llama. Es maravilloso que nos llama para representarlo, para compartir su mensaje con el mundo.

Leamos sobre ello en el versículo 8, donde Isaías escribe: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”

Vemos aquí a la Trinidad —al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo— encarnada en la palabra “nosotros”, preguntándonos: “¿Quién irá por nosotros?”

E Isaías responde: “¡Heme aquí, envíame a mí!”

¡Qué maravilloso! Este joven dice: ¡Heme aquí! ¡Yo iré! ¡Envíame a mí!

Amigo, ¿ha tenido usted un encuentro con Dios? ¿Ha visto la belleza de su santidad? ¿Ha confesado sus pecados y lo ha aceptado como Señor y Salvador? ¿Le ha permitido, por medio de su gracia transformadora, que él quite su iniquidad y lo libre de sus pecados?

Él lo está llamando hoy. Le está preguntando: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” ¿Le responderá? ¿Le dirá: Yo iré, envíame a mí?

En el maravilloso libro devocional titulado Reflejemos a Cristo, la inspiración divina nos dice: “Siempre que tuvo una tarea especial para hacer, tuvo hombres preparados para satisfacer la demanda. En cada oportunidad en que la voz divina preguntó: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”, vino la respuesta: “Heme aquí, envíame a mí” […]. Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés con su mansedumbre y su sabiduría, y Josué con sus diferentes talentos, fueron todos alistados en el servicio de Dios. La música de María, el valor y la piedad de Débora, el afecto filial de Rut, la obediencia y fidelidad de Samuel, todos fueron necesarios […]”.

Entonces su autora continúa diciendo: “Dios no dará su Espíritu a los que no usarán el don celestial. Pero los que se apartan de sí mismos buscando iluminar, animar y bendecir a otros tendrán capacidad y energía multiplicadas para gastar. Cuanto más luz entregan más reciben” (p. 311).

Amigos, el mundo está aguardando el mensaje que tenemos que compartir. Dios está llamando. ¿Irá usted? ¿Iré yo?

Oremos juntos.

Padre que estás en el cielo, le pedimos que te acerques a cada uno de nosotros, para que comprendamos que estás llamando a toda persona que se compromete contigo, pidiéndonos que vayamos en el poderoso nombre de Cristo a proclamar este mensaje y los mensajes de los tres ángeles, llamando a las personas de regreso a la verdadera adoración a ti, nuestro Dios. Señor, ayúdanos a comprender que I Will Go no es tan solo un programa, no es tan solo un lema, sino que es un compromiso de lo más profundo de nuestro corazón, porque estamos en conexión contigo y tú nos inspiras para ir y contárselo al mundo, para alcanzar al mundo con el mensaje poderoso que Jesús nos ha preparado un camino de escape, y que él está intercediendo por nosotros en el Lugar Santísimo del santuario celestial, y que pronto se quitará sus ropas sacerdotales y se pondrá sus ropas reales y vendrá a llevarnos al hogar.

Señor, ayuda a que cada uno de nosotros sea parte de Todo Miembro Involucrado. Ayúdanos a decir: Yo iré, y todo por medio del poder del Espíritu Santo. Pedimos todo esto en el poderoso y maravilloso nombre de nuestro Creador, Redentor, Rey Soberano y nuestro Mejor Amigo Jesucristo.

Amén.

Traducción de Marcos Paseggi

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