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Mi hija tenía 6 años cuando encontró por primera vez pornografía en Internet. Fue durante su fase de “Angelina Bailarina” cuando cierto día, mientras buscaba imágenes de la bailarina en línea, apareció una imagen pornográfica en la pantalla. Se asustó, cerró la pantalla, pero no le dijo nada a su padre, que estaba sentado junto a ella pero no llegó a ver lo que ella había visto.

Las investigaciones señalan que la edad promedio de la primera exposición a la pornografía está disminuyendo.1 Muchos padres tienden a asumir que la supervisión cuidadosa de las actividades en línea de sus hijos pueden prevenir la exposición no intencional a la pornografía. Esto, sin embargo, no es así. La mayoría de los expertos concuerda en que no es cuestión de “si” sino de “cuándo” se encontrará un niño con pornografía en línea.

Una amiga me contó hace poco de que su hijo de 8 años llegó a la casa de su escuela adventista y dijo: “Mami, mi amigo me mostró fotos de señoras desnudas en su teléfono”. Cuando ella le respondió: “Bueno, está bien, tú has visto a mama desnuda antes”, su hijo le respondió: “Oh no, mami: estas eran señoras finas”.

Si pensamos en los numerosos daños documentados que tiene la pornografía sobre los niños,2 como así también la realidad de que los padres no pueden prevenir la exposición, aun a pesar de una supervisión muy cuidadosa, ¿qué puede hacer un padre?

En primer lugar, cuando la relación padre-hijo se basa en el amor y la confianza, los niños se sienten seguros de hablar con sus padres sobre sus vidas, lo que incluye sus experiencias confusas o perturbadoras. Asimismo, cuando los padres y los niños tienen una relación positiva, los niños están abiertos a la influencia de sus padres. Si queremos que nuestros hijos nos hablen de sus vidas —y si queremos tener permiso para hablar a sus vidas— tenemos que cultivar una relación de amor y basada en la confianza con ellos. Al pensar de qué manera usted podría actuar de manera más deliberada para hacer esto en su hogar, jamás se olvide de que, para los niños, el AMOR se escribe con las letras T-I-E-M-P-O.

En segundo lugar, comience temprano con las conversaciones sobre sexualidad. Como padres, a menudo nos mostramos reacios de hablar con nuestros hijos sobre sexo. Por lo general, esto se debe a la incapacidad de nuestros propios padres de hablarnos, y por ello, no tenemos un modelo o un vocabulario para esos diálogos. Como resultado, muchos padres temen decir demasiado o decir lo incorrecto. Pero cuando no decimos nada, aún le estamos enseñando a nuestros hijos lecciones valiosas sobre sexualidad: les estamos enseñando que no hay que decir nada sobre el sexo; que las Escrituras y nuestra comunidad de la fe no tienen nada que decir sobre el sexo; y que, evidentemente, Dios no tiene nada que decir sobre el sexo. Y así, nuestros hijos aprenden que los mensajes que escuchan de sus amigos y los medios son verdaderos.

Esto hace que queden atrapados entre “dos narrativas contrastantes”.3 Cuando el sexo es un tema tabú en el hogar, los niños aprenden que el sexo es malo. Esta narrativa “tradicional” tiene sus raíces en el dualismo griego, que presenta una dicotomía entre el cuerpo y el alma, declarando que el cuerpo es malo y el alma es buena. Esa narrativa, que fue adoptada por la Iglesia Cristiana de la Edad Media, continúa influenciando la manera en la que los cristianos piensan y hablan del sexo.

Una narrativa alternativa enfatiza la satisfacción personal, la libertad y la autoexpresión, y declara que el sexo es buenísimo y que tiene que ver conmigo. Esa narrativa individualista, que enseña de manera infatigable la cultura popular, ha dado surgimiento al “sexo barato”, es decir, el sexo que está siempre disponible mediante una cultura de relaciones por una noche y pornografía gratuita y de alta calidad, sin que se exista una relación personal.4

Considere su propia experiencia. ¿Cómo aprendió primero la historia del sexo? Para la mayoría de nosotros, nuestras primeras lecciones sobre la sexualidad se aprenden dentro de la tensión de esas dos narrativas contrastantes. Pero ninguna de esas narrativas representa la historia relacional del sexo que presentan las Escrituras, que enseña que el sexo es bueno (Gen. 1:31; 1 Tim. 4:4); que tiene que ver con una relación personal (Gén. 2:22, 25); y que tiene que ver con Dios (1 Cor. 6:19, 20).

Mi hija tenía 6 años cuando se encontró por primera vez con la pornografía en línea. Pero dado que nos habíamos esforzado para vencer intencionalmente la sensación de incomodidad con el tema, le habíamos estado hablando de sexo desde pequeña. Y dado que los mensajes que había estado escuchando de nuestra parte era que el sexo era bueno, de que tiene que ver con una relación personal y de que tiene que ver con Dios, ella ya poseía un marco mental para procesar las imágenes que vio ese día.

En tercer lugar, aprenda todo lo que pueda sobre cómo hablar con los niños sobre la pornografía. En nuestra casa, las conversaciones que comenzaron en la niñez temprana continuaron de manera que, cuando una amiga de la escuela secundaria le confesó a mi hija su lucha con la pornografía, ella supo que también podría mencionar esa conversación en su hogar. Desearía haber estado mejor equipada para hablar de la adicción a la pornografía, sobre su impacto en las relaciones, y sobre cómo ayudar a alguien que esté luchando con ese problema. Pero aunque no sabíamos cómo hablar de esas cosas, nos esforzamos por mantener abiertas esas líneas de comunicación y de alguna manera salir del paso, aprendiendo junto con nuestros hijos.

Como padre o abuelo, usted tiene el privilegio de moldear el conocimiento, los valores y las conductas sexuales de sus hijos. Imagine si su hijo pudiera evitar los mensajes de las narrativas tradicional e individualista, y aprender por el contrario la narrativa relacional de las Escrituras. Esto no se producirá sin los esfuerzos intencionales de vencer su incomodidad y reticencia a hablar de sexo. Lo que usted decida no enseñarles, ellos lo aprenderán en otra parte.

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1 Angus Morgan, “Pornography the Norm for Young Australians”, Burnet Institute, 30 de junio de 2017, burnet.edu.au/news/852_pornography_the_norm_for_young_australians.

2Australian Human Rights Commission, “Inquiry into harm being done to Australian children through access to pornography on the Internet”, Abril 2016, humanrights.gov.au/our-work/legal/submission/inquiry-harm-being-done-australian-children-through-access-pornography.

3David Kinnaman, You Lost Me: Why Young Christians are Leaving Church . . . And Rethinking Faith (Grand Rapids, MI: Baker, 2016).

4Mark Regnerus, Cheap Sex (New York: Oxford University Press, 2017).

La versión original de este comentario fue publicado por Adventist Record.

Traducción de Marcos Paseggi

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