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Mayo 6, 2020 | Loma Linda, California, Estados Unidos | Por Gloria Lozano-Castrejón para la División Interamericana

Desde que la pandemia de COVID-19 comenzó a transformar nuestros hábitos de vida, tuvimos que renunciar a muchas actividades y deleites, por lo menos en su forma circunstancial; pero se abrieron puertas anteriormente cerradas en apariencia, aunque siempre estuvieron ahí, invitando a trasponerlas, tal vez con un poco de disciplina, curiosidad e imaginación.

Tal es el caso de la poesía, que de pronto ha tenido gran resurgimiento y resonancia fuera de sus más cerrados círculos académicos, para convertirse en “la voz del pueblo”; un torrente de expresión, ayudado sin duda por la multiplicidad de los medios tecnológicos que permiten su divulgación masiva; pero, sobre todo, por su capacidad de tocarnos las cuerdas más sensibles del ser en momentos de reflexión, de autoexamen, o de simplemente libre expresión ante el cúmulo de sentimientos a veces encontrados, ante los cuales nos enfrenta una crisis.

Y es que la poesía, esa otra dimensión del lenguaje, se presta, por su concisión en la expresión, pero a la vez su infinitud de vuelo, para despertar, definir, reiterar, acentuar, celebrar, lamentar y a veces “gritar”, la gama de sentimientos, temores, alegrías, esperanzas y desesperanzas del ser humano. Todo aquello que es imposible enumerar ni encasillar aquí: La cotidiana y a la vez compleja urdimbre del bagaje humano.

Esta proliferación del poema, al par de la nefasta del coronavirus, es un fenómeno internacional. La gente está leyendo, divulgando y publicando en todos los idiomas, poesía a granel. Se hace accesible a través de la radio, la televisión, las redes sociales, se recita desde los balcones de las viviendas en cuarentena, o se exhibe en pancartas. Se lanzan concursos de poesía colectiva y encuentros poéticos en que participan virtualmente centenares, además de una serie de iniciativas para disfrutarla en casa, tales como #poesiaentusofa, o #LaCulturaEnTuCasa , por nombrar algunas, en que renombrados artistas de los diferentes países la interpretan sentidamente; y hasta interminables maratones de lectura de poemas de todos los colores y sabores.

Más de una persona, ajena anteriormente a la poesía, ha sentido la necesidad de expresarse ahora por este medio y muchos otros han optado por una reconciliación con ella después de largas separaciones y divorcios de la misma.

¿Y los cristianos? ¿Han recurrido al recurso de la poesía en tiempos de cuarentena? Por supuesto que sí; aunque tal vez sin siquiera darse cuenta. No hay quien no se haya consolado o calmado los temores propios o ajenos con la dulce seguridad de un Salmo bíblico. No hay quien no haya recibido o enviado un bello versículo poético, por alguna de las redes sociales, enriquecido tal vez con el añadido de una bella e inspiradora imagen visual.

Versículos favoritos, favorecidos por la memoria precisamente por eso, porque se grabaron en ella con la facilidad de la rima y la fluidez del verso, por la belleza de sus metáforas o la magia de sus imágenes. Poesía, sin más, que se quedó instalada en los pliegues del corazón para consuelo, reafirmación y esperanza cristiana.

“Jehová Dios es mi Pastor; nada me faltará. . . Aunque ande en valle de sombras, de muerte, no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo” –Salmo 23.

“Porque la porción del Señor es su pueblo. . . lo guardó como a la niña de sus ojos;  como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas” -Deuteronomio 32: 9-11

“Ten compasión de mí, oh, Dios. . . que en ti confío. A la sombra de tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro” -Salmos 57:1

“El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme? Porque en el día de la aflicción él me resguardará en su morada”- Salmo 27: 1-5;

“Convertiste mi lamento en danza;  me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta” -Salmo 30:11

Algunos cristianos, ante la posibilidad de una muerte inesperada, han repetido resignadamente, pero llenos de fe, las palabras de Job: “Aunque me matare, en él esperaré” – Job 13:15.

Y otros, presintiendo los rigores del hambre por la falta de suministros en esta crisis, o tal vez por la sola posibilidad de ello, han repetido con el profeta Habacuc: “Aunque la higuera no florezca,  ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo,  y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas,  ni ganado alguno en los establos;  aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! [Porque] el Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas” -Habacuc 3: 17- 19

“Cuando la tormenta pase, decía en su poema su autor cubano, Alexis Valdés, y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo. . . con el corazón lloroso y el destino bendecido, nos sentiremos dichosos tan solo por estar vivos”.

Gloria Lozano-Castrejón, es profesora jubilada de Lengua y Literatura, escritora y traductora.

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