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En los tiempos turbulentos que estamos atravesando actualmente, los adventistas del séptimo día de todas partes también se están preguntando qué impactos están teniendo las crisis de salud y económica del momento sobre la Iglesia Adventista. ¿Puede la iglesia hacer algo para mitigar sus efectos?

La mayor parte de las naciones del mundo y vastas áreas de sus economías han estado prácticamente cerradas, y no existe un mapa de ruta para volver a la normalidad, aun en lugares en los que con cautela se han implementado una relajación de las restricciones sociales. Lo que comenzó como una ligera inconveniencia pronto se transformó en una serie casi interminable de consecuencias que afectan todas las cosas, desde las corporaciones multinacionales hasta las pequeñas empresas, la economía no tradicional y, por sobre todas las cosas, a las familias y los individuos. Las noticias abundan con nueva terminología recién acuñada por los economistas para describir lo que muchos temen será una inevitable recesión global.

Hay un aspecto de esta crisis que acaso no viene inmediatamente a la mente cuando los miembros de iglesia piensan en los impactos de este movimiento global: la volatilidad de los mercados financieros. Una parte del dolor económico que la pandemia está infligiendo sobre la iglesia es la probabilidad de una caída sustancial de los diezmos que devuelven los miembros. Aunque todavía no existen estadísticas oficiales, a medida que las personas pierden el trabajo, su capacidad de congregarse los sábados, o ambas cosas, es razonable proyectar que se produzca una disminución evidente en los diezmos.

Además de una disminución generalizada, la debilitación extrema de las monedas en las divisiones de la iglesia de las cuales emergen estos diezmos solo agrava el dolor. A manera de ejemplo, el real brasileño (la moneda de base de la División Sudamericana) ha perdido el 49 por ciento de su valor desde el comienzo del año. En otras palabras, el monto de diezmos que aún están ingresando ahora valen casi la mitad (49 por ciento menos) respecto del dólar estadounidense, debido a la devaluación de la moneda. En comparación, durante el mismo período, el rand sudafricano cayó un 38 por ciento; el euro, 5 por ciento; el dólar australiano, 21 por ciento; y la libra esterlina, un 13 por ciento.

En este sentido, es importante saber que, hace varios años, la Asociación General implementó un creciente y riguroso programa de administración de los riesgos monetarios (un programa de cobertura) cuyo propósito era protegerse contra la volatilidad de las monedas. Ese programa es una combinación de análisis y supervisión de los mercados, implementación táctica y, honestamente, la providencia divina, dado que ni siquiera el grupo más destacado de académicos puede predecir el futuro (ejemplo de esto es el hecho de que ningún modelo pudo predecir una pandemia a escala mundial). Este año, el programa siguió su curso natural y, si bien la Asociación General no logró ‘borrar’ todos los daños causados por la crisis, sí pudo mitigar parte de ellos.

Reconocemos que esta crisis es mucho más que tan solo dólares y centavos (o pesos, o francos ruandeses). Cada día se están informando sobre tragedias humanas reales, y la condición financiera de la Iglesia Adventista siempre tiene que ser de importancia secundaria. Podemos, sin embargo, hallar razones de mostrarnos agradecidos por la sabiduría que Dios nos da para cuidar de los bienes y recursos de la iglesia.

Por último, podemos unirnos a un movimiento de oración global pidiendo protección, misericordia por su creación, y sí, por la fe de que Dios dará “esplendor en lugar de cenizas” (Isaías 61: 3).

Theo Voilquin es gerente de carteras de inversión de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos. Ha cumplido funciones similares en las Naciones Unidas y en World Vision International.

Traducción de Marcos Paseggi

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