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Los miembros de la iglesia adventista de la Isla Pitcairn ahora conforman una comunidad de fe unida en Cristo. Fotografía de Adventist Record

Cuando se le pidió al pastor Jean-Noel Adeline que fuera a la Isla Pitcairn, pronto se dio cuenta de que enfrentaba un desafío significativo. Antes de viajar a la pequeña y aislada isla del Pacífico, habló con uno de los cinco miembros que aún asistían a la iglesia. Según ese miembro, las perspectivas eran desalentadoras.

“Me dijo que habían planeado decirle a la unión [la unidad administrativa de la iglesia] que cerrara la iglesia y vendiera las propiedades de la iglesia, incluida la casa de la misión”, dijo el pastor Adeline, un evangelista proveniente de la Unión Asociación del Pacífico de Nueva Zelandia (NZPUC).

“Esto se debía a serias tensiones entre los miembros. Algunos de ellos no se hablaban desde hace años. Tenemos que recordar que habían pasado por una situación muy difícil, y que habían estado ya durante un tiempo sin un pastor permanente”.

La Iglesia Adventista tiene una larga historia en la Isla Pitcairn, que cuenta con unos 54 residentes, la mayoría de ellos descendientes de los marineros que participaron del amotinamiento del Bounty en 1789. Veintidós residentes figuran como miembros de la Iglesia Adventista, en lo que es sin dudas la congregación adventista más aislada del mundo. La isla no tiene pista de aterrizaje ni puerto seguro. Desde Nueva Zelandia, es una ardua travesía llegar allí, señaló Adeline, que necesitó dos aviones y dos trayectos en barco.

La iglesia adventista de la Isla Pitcairn. Fotografía de Adventist Record

El último pastor de tiempo completo pasó seis años en Pitcairn, hasta 2011. Desde entonces, dos pastores de la Misión de la Polinesia Francesa pasaron cada uno un año en la isla. El último pastor dejó la isla en 2015 por razones de salud.

Desesperados por una renovación espiritual

Los líderes de la NZPUC vieron que los miembros de iglesia estaban “desesperados por una renovación espiritual”, pero la unión no podía hallar un pastor adecuado, según el secretario-tesorero Graeme Drinkall. Así fue que los líderes de sede de la unión idearon un plan: enviar un pastor por trimestre a lo largo del año, y que cada uno pasara dos semanas y medias en la isla.

Adeline fue el primero en visitar la isla bajo ese nuevo arreglo. Poco después de su llegada, se le preguntó cuál era su estrategia para resolver las cuestiones entre los miembros de iglesia. “Con la mano en la Biblia, dije: ‘Escuchen, no tengo un plan, pero tengo este viejo Libro, y tengo a Dios, y creo que él tiene un plan para esta isla. Por su gracia, voy a exponer sobre su Palabra. Y creo que Dios hará algo”.

Y así fue que comenzó la misión del pastor. Cada noche a las 19.00, con excepción de los jueves, cuando llega el bote con provisiones, Adeline organizó una reunión en la iglesia. El primero encuentro, que se hizo en sábado, contó con 26 personas en los bancos, entre miembros y visitas. También, cada mañana a las 7.00, Adeline llevó a cabo una reunión de reavivamiento preparado específicamente para los miembros de iglesia.

Una de las reuniones del pastor Adeline en Pitcairn. Fotografía: Adventist Record

“Lentamente pero con seguridad, los miembros comenzaron a darse cuenta de que aunque la iglesia se basa en personas, en primer lugar tiene que ver con Dios”, dijo Adeline. “Tiene que ver con su nombre, su carácter, su gloria en nuestro medio. Implicó ayudar a que los miembros vean por qué existimos como iglesia: no para nosotros mismos sino para ser una luz en Pitcairn, para ayudar a que la gente pueda ver a Jesús. Estamos aquí para salvar a los perdidos”.

Se produce un milagro

Adeline compartió los cambios impresionantes que comenzó a presenciar. “A partir de ese momento, Dios comenzó a obrar en forma milagrosa”, dijo. “Los miembros comenzaron a visitar las casas de los que habían sido heridos y confesaron sus pecados. Fue un milagro verlos en la iglesia sentándose juntos, cantando, de la mano, orando unos con otros, llorando con sus hermanos”.

Esto se volvió un testimonio poderoso a todos los habitantes de la isla, incluido el alcalde, que comenzó a asistir a las reuniones vespertinas. Él animó a su esposa para que lo acompañara. De los 26 asistentes del primer sábado, se pasó a 36 el siguiente sábado, y a 37 el último sábado. Fue un día de celebración, en el que se llevaron a cabo cinco bautismos en la Bahía Bounty. Otras cinco personas han solicitado el bautismo, lo que incluye al alcalde y su esposa.

En una publicación en su página de Facebook, la residente de Pitcairn Melva Warren Evans dijo que el resultado “no fue otra cosa que un milagro”.

El pastor Adeline (tercero desde la izquierda), con las cinco personas que solicitaron el bautismo, lo que incluye al alcalde (de camisa verde) y su esposa (extremo izquierdo). Fotografía: Adventist Record

“Les digo ahora mismo que los milagros pueden y, de hecho, suceden”, dijo Evans. “Yo los vi producirse en estos últimos dieciocho días. La animosidad de décadas desapareció y fue desterrada por la revelación de nuestra naturaleza pecaminosa, en comparación con el carácter de Cristo”.

Evans dijo que aprendieron a renunciar al yo y a enfocarse en Cristo. “Dejamos de buscar las faltas en los demás y comenzamos a examinar nuestro carácter retorcido. Oramos juntos, por cada uno y por nuestra comunidad. Le pedimos a Dios que, una vez más, asuma el control. De una comunidad que estaba en crisis, en dieciocho días hemos llegado a ser una comunidad unida”.

Adeline dijo que apreciaba al pueblo de la Isla Pitcairn por su hospitalidad y cálida camaradería. “Me dieron una gran bienvenida y se preocuparon mucho por mí”, dijo. “Fue un inmenso privilegio ir allí; la isla es tan hermosa, y está llena de árboles frutales y maravillas naturales”.

Con una transformación espiritual tan significativa en curso, Adeline quiere que este impulso continúe, y está apelando a los miembros de iglesia de todo el Pacífico Sur para que oren por el pueblo de la Isla Pitcairn.

“No fue un trabajo físico; fue una guerra spiritual”, dijo. “Satanás había estado tratando de reclamar para sí la iglesia y la gente. Solo el Espíritu de Dios puede penetrar el alma, derretir el corazón, destruir el orgullo y renovarnos por completo.

“Necesitamos que las personas sigan orando por Pitcairn, para que lo que está sucediendo allí pueda florecer y dar frutos para la eternidad”, expresó.

Traducción de Marcos Paseggi

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