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18 de junio de 2018 | Loma Linda, California, Estados Unidos |

Un nuevo estudio publicado en la revista científica “Cerebro, conducta e inmunidad” muestra que a las ratas adolescentes que consumen una dieta elevada en grasas saturadas se les hace más difícil hacer frente al estrés en la adultez.

Investigadores de la Universidad de Loma Linda en California hallaron que las zonas del cerebro que manejan el temor y el estrés se vieron alteradas hasta el punto de que los sujetos comenzaron a exhibir conductas similares al trastorno de estrés postraumático (PTSD).

“Los años de la adolescencia son un momento fundamental para la maduración cerebral, lo que incluye cuán bien (o no) podremos afrontar el estrés de adultos”, dijo Johnny Figueroa, profesor asistente de la División de Fisiología, Departamento de Ciencias Básicas y Centro de Disparidades de Salud y Medicina Molecular de la Escuela de Medicina de la Universidad de Loma Linda. “Los hallazgos de nuestra investigación apoyan que las decisiones de estilo de vida tomadas durante la adolescencia —aun las que son tan simples como la dieta— pueden marcar una gran diferencia en nuestra capacidad de vencer los desafíos de todos los días.

En el estudio “Exposición a una dieta obesogénica durante la adolescencia lleva a una maduración anormal de los sustratos neurales y conductuales que enmarcan el temor y la ansiedad”, los científicos analizaron el impacto de una dieta obesogénica (que tiende a causar obesidad), con alto contenido de grasas saturadas, en el desarrollo de zonas del cerebro relacionadas con la respuesta al temor y al estrés.

Los hallazgos de los estudios demuestran que el consumo de una dieta obesogénica durante la adolescencia posee un efecto profundo en los diversos componentes del temor en la rata adulta. Es notable que las ratas que consumieron la dieta con altos de contenidos de grasas saturadas mostraron mayor ansiedad, más problemas en los problemas de aprendizaje, y una respuesta imperfecta ante una situación de alarma por temor.

Los reflejos de alarma o sobresalto, que son estudiados en los humanos y en los animales de laboratorio, juegan un papel destacado en la ansiedad y las investigaciones sobre estrés postraumático. En este estudio, el consumo de una dieta obesogénica durante la adolescencia redujo la extinción de los recuerdos de temor en las ratas, una discapacidad importante que también se ha observado en las personas que sufren de estrés postraumático.

Además de no aprender apropiadamente las asociaciones de temor, las ratas con una dieta elevada en grasas saturadas evaluaron incorrectamente el nivel de amenaza. Esto indica que la obesidad y las alteraciones metabólicas podrían predisponer a los individuos a enfermedades mentales relacionadas con el estrés postraumático.

Los investigadores informaron que los animales del grupo de elevado consumo de grasas saturadas mostraron alteraciones en la estructura de regiones del cerebro asociadas con el estrés postraumático, lo que incluye la amígdala cerebral y el córtex prefrontal. Es notable que el grupo halló que el hemisferio izquierdo del cerebro parece ser más vulnerable a los efectos del consumo de grasas saturadas y las alteraciones metabólicas relacionadas con la obesidad. Comprender las redes neurales que predisponen a los adolescentes obesos al desarrollo de trastornos relacionados con el estrés podrían ayudar a enfocarse en medidas metabólicas para aliviar la carga de la enfermedad mental de esta creciente población.

Los incrementos en la obesidad afectan desproporcionalmente a los niños de bajo estado socioeconómico, dijo Figueroa. “Aunque la prevalencia de la obesidad se incrementó un diez por ciento en todos los niños de los Estados Unidos, se incrementó del un 23 a un 33 por ciento en los niños de bajo estado socioecónomico”.

Figueroa dijo que el estudio deja otras preguntas abiertas que necesitan investigaciones adicionales, como la replicabilidad en los sujetos humanos y si las alteraciones que se perciben en las estructuras cerebrales son permanentes o sus efectos pueden ser revertidos.

Las limitaciones del estudio incluyen la falta de claridad sobre cómo afecta al cerebro adulto una dieta de contenido elevado de grasas saturadas, y si los efectos de la dieta obesogénica sobre la respuesta al temor están relacionados con déficits en la consolidación, la recuperación, y la expresión del recuerdo del temor.

“La obesidad impone un riesgo mayor de resultados mentales adversos, y podría contribuir al impacto del estatus socioeconómico bajo sobre el desempeño neurocognitivo, los logros académicos y la integración social”, dijo Figueroa. “Por ello, comprender cómo influye la obesidad sobre el cerebro en maduración es fundamental para mejorar la salud mental de la minoría”.

Traducción de Marcos Paseggi

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