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15 de noviembre de 2017 | Loma Linda, California |

Uno de los temas de salud más destacados en los Estados Unidos fue el foco de un panel de expertos de la Universidad de Loma Linda el mes pasado que identificaron cuestiones relacionadas con la epidemia de adicción y abuso de los opioides, estableciendo el marco para una discusión de la gestión apropiada del dolor a cargo de profesionales de salud, y haciendo frente las cuestiones subyacentes a la adicción.

Los presentadores y cuatro panelistas se dieron cita el 25 de octubre en el Centro Médico de la Universidad de Loma Linda, California, para el Encuentro de Énfasis en Políticas de Salud del mes pasado, que fue organizado por el Instituto de Políticas de Salud y Liderazgo y fue copatrocinado por el Centro de Bioética Cristiana.

Al comienzo del encuentro, Wohna Kim, la directora del Instituto, dijo a los alrededor de 175 asistentes (entre personal docente y no docente, estudiantes y administradores) que el problema con los calmantes para el dolor con opioides es que inducen sentimientos de euforia en algunos usuarios y a menudo se tornan adictivos.

El moderator Gerald R. Winslow, izquierda, director del Centro de Bioética Cristiana, escucha a Greg Olson, profesor asociado de la Escuela de Odontología de la Universidad de Loma Linda, responde una pregunta relacionada con la epidemia de opioides. Imagen de Ansel Oliver, Noticias de la Universidad de Loma Linda

Kim dijo que la adicción a los opioides está asociada con consecuencias negativas tales como la pérdida del trabajo, la falta de un hogar, la alienación de la familia y los amigos, la transición a drogas más fuertes como por ejemplo la heroína, y aun la muerte por sobredosis. Kim destacó que las sobredosis con opioides se cobran la vida de unos 91 estadounidenses por día.

“Quiero que piensen un poquito en esa cifra”, dijo. “Noventa y un estadounidenses por día”.

Kim informó que el costo total de la epidemia de opioides (lo que incluye los gastos en atención de salud, productividad perdida, tratamiento de la adicción y la justicia penal) sumaron unos 78,5 mil millones tan solo en 2015.

Initiaciativas en el campus

Kim dijo que en el presente hay cuatro recursos de Salud de la Universidad de Loma Linda enfocados en la epidemia de opioides:

El programa de bienestar y recuperación del uso de sustancias del Centro de Medicina de la Conducta de la Universidad de Loma Linda. El programa ofrece un plan de cinco a siete días de desintoxicación de pacientes internados controlados por médicos, un programa de rehabilitación para pacientes ambulatorios de cuatro a seis semanas de duración, y un plan para grupos con atención posterior para los pacientes que ya han completado la rehabilitación.

El programa está coordinado por la psiquiatra Katia Stoletniy. En una entrevista al margen del evento, Stoletniy dijo que los pacientes con dolor crónico cuentan con un plan especial dentro del programa de desintoxicación y rehabilitación. El programa de rehabilitación incluye clases grupales para aprender sobre la enfermedad de la adicción, nuevas capacidades de afrontamiento y prevención de recaídas, entre otras estrategias de apoyo.

Informe de los panelistas

Kim presentó a cuatro proveedores de Salud de Loma Linda —un dentista, un farmacéutico y dos médicos— para que presenten sus perspectivas particulares sobre las demandas a menudos conflictivas que tienen que equilibrar los profesionales de salud para brindar la mejor atención a sus pacientes.

Gerald R. Winslow, el moderador del panel, que es director de Centro de Bioética Cristiana de la Escuela de Religión de la Universidad de Loma Linda, estableció el tono sombrío del encuentro al anunciar que la epidemia de los opioides lo ha afectado de manera personal.

“Perdí a un hermano mayor por una adicción a los opioides, de manera que no es un tema abstracto para mí”, dijo Winslow. “También he visto que dos amigos pasaron por esto, y aunque aún están en la comunidad, ya no están muy aptos para las relaciones. De manera que para mí, es una cuestión personal”.

Wonha Kim, director del Instituto de Políticas de Salud y Liderazgo, presenta el panel de expertos que enfrentó la situación actual de la crisis de opioides desde ángulos diferentes, y sugirió un camino a seguir. Imagen de Ansel Oliver, Noticias de la Universidad de Loma Linda

En respuesta a una preguna de Winslow sobre el alcance geográfico de la crisis de los opioides, el panelista Justin Hata, director del departamento de medicina física y rehabilitación de Salud de la Universidad de Loma Linda, señaló que desde una perspectiva política y regulatoria, el péndulo se ha ido al otro extremo.

“Hemos pasado de la prescripción exagerada de medicamentos con opioides a la situación actual en la que pocos profesionales de salud quieren recetar esas prescripciones”, dijo. “Creo que pone en riesgo a mucha gente, y va a ser un gran desafío determinar cómo seguir a partir de ahora”.

La posición de un dentista

Greg Olson, profesor asociado de la Escuela de Odontología de la Universidad de Loma Linda, dijo que una manera clave de hacer frente a la epidemia de los opioides es tener un método organizado de hacer que los estudiantes sean conscientes de las complejidades de la epidemia.

Olson dijo que hace tres años asistió a una sesión de reglamentación de la Asociación de Educación Odontológica de los Estados Unidos en la que él y sus colegas presentaron ideas para usar las más adecuadas de ellas en la crisis de opioides. “Desde entonces, he estado en un camino que procura y trata de determinar qué papel juega la odontología en esto”, expresó.

Olson añadió que los puntos centrales que emergieron de la reunión fueron que los odontólogos tienen que monitorizarse a sí mismos y a sus colegas para notar síntomas de adicción, y que también tienen que estar alertas para notar cuando hay pacientes que siguen llamando para nuevas dosis de medicamentos específicos para el dolor, en particular dentro de los grupos donde el riesgo es elevado.

Olson, que citó un eslogan del sitio web de la Radio Pública Nacional, que dice “Mi dentista me enganchó con los opioides”, añadió: “Hacemos mucho de esto con la extracción de los terceros molares. Es el caso clásico. Sacamos los terceros molares, y le damos una prescripción de hidrocodona o OxyContin y les decimos que pueden irse. Y esas personas suelen ser adolescentes de entre 16 a 20 y a 25 años, grupo de riesgo elevado”.

La contribución de una farmacéutica

Después de destacar que los farmacéuticos se encuentran a menudo en la primera línea de la batalla contra la adicción a los opioides, Winslow pidió a Emily Hollinghurst, profesora asistente de la Facultad de Farmacología de la Universidad de Loma Linda, que compartiera su perspectiva sobre la epidemia de los opioides.

La respuesta de Hollinghurst estuvo matizada por la prudencia. Dijo que la pregunta de saber si prescribir los controvertidos analgésicos no es fácil de responder. Añadió que el punto de educación al tratar con pacientes que se espera estén sufriendo dolores agudos (a diferencia de los dolores crónicos que a menudo experimentan los pacientes con cáncer) es preguntarles: “¿Qué nivel de dolor es tolerable para usted?” Dijo que es importante que sepan que después de algunos procedimientos es probable que tengan dolores.

“Como farmacéutica del lado oncológico, es difícil, porque hay pacientes con tumores que les están comprimiendo los nervios, y otras cuestiones que causan mucho dolor”, dijo Hollinghurst. “Pero entonces también hay cuestiones agudas que van a ser tratadas con quimioterapia”.

Winslow dirigió preguntas a los panelistas por aproximadamente cuarenta minutos antes de invitar a los miembros de la audiencia a que participaran de la discusión.

La sala quedó en silencio cuando uno de los presentes compartió su experiencia personal como adicto en recuperación del consumo de opioides. Dijo que había recibido una terapia excelente y efectiva, tanto cuando estuvo internado como al ser paciente ambulatorio del Centro de Medicina de la Conducta de la Universidad de Loma Linda.

Momentos después, la audiencia irrumpió en un espontáneo aplauso cuando informó que ha disfrutado de dos años de sobriedad después de terminar el tratamiento.

Traducción de Marcos Paseggi

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