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“Yo me veo como un milagro maravilloso de Dios”, dijo Fermín Espinoza Marín, entre lágrimas, al contar su historia. Imagen de Andrew McChesney / Misión Adventista

4 de julio de 2017 | México | Andrew McChesney, Misión Adventista

¿Puede Dios entrar a un bar? Fermín dice que sí.

Fermín Espinoza Marín creció en un hogar adventista en México, pero de adulto se apartó de Dios. Bebía alcohol y fumaba. Llegó a odiar tanto su vida que tuvo deseos de morir. Les dijo a sus antiguos amigos: “Si un día me encuentran muerto, no culpen a nadie, porque es lo que yo quise”.

Entonces Fermín buscó nuevos amigos. Anduvo con ladrones y otros criminales, pero no los trataba como amigos. Les gritaba. Les gritaba palabrotas. Los amenazaba. Esperaba hacerlos enojar tanto que querrían matarlo.

“Sin embargo,” dijo, “Dios no permitió que nadie me hiciera daño”.

Cierto día, un hombre golpeó a la puerta de Fermín y le ofreció estudios bíblicos. Fermín estaba solo y triste, de manera que invitó al hombre a su casa. El hombre vino todos los días durante dos semanas.

Entonces, Fermín le pidió al visitante que le explicara Apocalipsis 12:17 . El versículo dice: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

El visitante le dijo que podía explicarle el versículo, pero que necesitaba quince días para preparar la respuesta.

En busca de una iglesia

Después de quince días, el hombre regresó y dijo: “El dragón airado del versículo es Satanás, y la mujer es la iglesia. Para ir al cielo, usted necesita hallar una iglesia que guarde todos los mandamientos de Dios”.

Fermín preguntó al hombre si su iglesia guardaba todos los mandamientos.

El hombre sacudió la cabeza. “No, no lo hace”, le dijo. “Pero no puedo irme. Prometí ayudar a los líderes de la iglesia, y no puedo quebrantar mi promesa”.

Fermín le preguntó al hombre si conocía una iglesia que guardara todos los mandamientos.

“Le voy a decir la verdad, pero entonces jamás regresaré a su casa”, replicó el hombre. Bajó entonces la voz y le susurró: “Es la Iglesia Adventista del Séptimo Día”, le dijo.

Sucedió que una iglesia adventista estaba cerca de la casa de Fermín, pero el no encontraba tiempo para ir. Su adicción al alcohol y al tabaco lo controlaban.

Cierto día, Fermín sintió grandes deseos de beber alcohol, y se fue a la tienda a comprar cerveza. Mientras observaba las botellas de cerveza, oró: “Por favor Señor, no quiero hacer esto”. Comenzó a derramar lágrimas al recordar un cántico de su niñez que decía “Dios es amor”. Fermín cantó en voz alta allí en medio de la tienda. Cuando terminó, su deseo de cerveza había desaparecido, y regresó a su casa con las manos vacías.

“Fue un milagro”, dijo Fermín. “Era muy difícil para mí resistir las ansias de beber”.

Última visita al bar

Tres meses después, el deseo de beber regresó con fuerza. Fermín se dirigió a un bar y pidió una cerveza. Mientras estaba sentado allí, sintió que algo era diferente. Sintió que Dios estaba con él allí en el bar. Escuchó una vez en su cabeza que le decía: “Hijo, este ya no es tu lugar. Ya no tienes que estar aquí”. La voz era tan convincente que no pudo sostener más la cerveza que tenía en la mano, y la dejó allí en la mesa.

Fermín salió del bar y jamás regresó. Seis meses después, fue bautizado. Muchos miembros de iglesia lo recordaban de cuando era un muchachito, y lo recibieron con los brazos abiertos.

¿Obedeces tú los mandamientos de Dios? Cuando estés tentado a hacer el mal, podría parecerte difícil obedecer a Dios. Pero el Señor promete ayudar a todo aquel que se lo pida. Santiago 1:12 says, “Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman”.

Fermín dijo que oró pidiendo ayuda, y que Dios lo ayudó a vencer enormes tentaciones.

“Yo me veo como un maravilloso milagro de Dios”, dijo Fermín, entre lágrimas, mientras contaba su historia.

Hoy día Fermín tiene 52 años, y guarda todos los mandamientos de Jesús. Ahora aguarda con ansias que Jesús vuelva y lo lleve al hogar.

Traducción de Marcos Paseggi

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