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15 de agosto, 2012 – Silver Spring, Maryland, Estados Unidos… Elizabeth Lechleitner/ANN

Cuando el corredor adventista del séptimo día de largas distancias, Abel Kirui, cruza una línea final se arrodilla e inclina su cabeza para orar, celebrando el hecho.

El mundo entero presenció su gesto de gratitud esta semana cuando el keniano de 30 años ganó la medalla de plata en el maratón de varones en los Olímpicos del verano de 2012 en el Reino Unido.

Kirui es también un ganador consecutivo de repetición del Maratón del Campeonato Mundial, ganando el evento en 2011 por dos minutos y 28 segundos, el margen más grande jamás alcanzado. Su récord personal de un maratón de dos horas, cinco minutos le coloca en sexto lugar entre una comunidad elite de corredores de fondo.

En un deporte donde los atletas con frecuencia compiten por lucro personal o reconocimiento nacional, Kirui dice que encuentra motivación dándole gloria a Dios.

«Veía los aviones y me recuerdo pensando, ‘Un día voy a volar', pero luego veo es imposible para mí. Pero luego comprendí que mi pasaporte al mundo es correr», dice Kirui.

Sin embargo, su primera competición no fue lejos de su hogar. Como estudiante de escuela primaria, Kirui se ubicó en segundo lugar en una carrera de campeonato distrital sólo a 9.69 kilómetros de su pueblo. Más tarde como adolescente, él recuerda idolatra a corredores de fondo kenianos como Paul Tergat, un titular del récord mundial de maratón.

En los Juegos Olímpicos de 2000 en Sydney, Australia, Kirui vio a Haile Gebrselassie de Etiopía delantarse a Tergat en los últimos nanosegundos de la carrera de 10,000 metros. Su otro compatriota, Erick Wainaina, igualmente fue derrotado en el maratón masculino.

Poco después, Kirui dice que decidió que había espacio para otro atleta de carrera keniano y que usaría la atención para compartir su fe en Dios.

Correr no siempre fue fácil, sin embargo. KIRUI recuerda haberse desmayado por deshidratación antes de la línea de meta y bregando con lesiones. Dice que una carrera en particular se destaca como un ejemplo de mala preparación. «Yo estaba arrastrándome hacia la línea de meta; los demás corredores todos me pasaban».

Ahora entrena para hasta 1,000 kilómetros(621 millas) que lleva a un maratón. Aún así, a menudo es acosado por dolor, en especial, en los últimos cinco kilómetros (3.1 millas) de un maratón, dice él.

«Como lidias con el dolor depende de tu estado mental. El dolor no es algo que te puede matar, si por dentro estás saludable. Es como las cosas espirituales», dice él.

«Le pido a Dios que me dé el poder para vencer».

Hasta ahora, Kirui dice que su carrera no ha estado en conflicto con su observancia del séptimo día de la semana, el sábado. Los maratones son realizados mayormente los domingos.

«Voy a la iglesia con mi esposa y dos niños el sábado y luego, el domingo por la mañana, me voy a entrenar», dice. «Y en todo lugar que compito, voy con mi Biblia, mi lección de escuela sabática y me doy tiempo para orar en mi habitación».

Kirui también tiene grandes planes de invertir en la infraestructura de la iglesia adventista en su Kenia nativa. Ya ha ayudado a establecer un edificio de iglesia. Para el futuro ya tiene planes para una escuela y un hospital operados por la iglesia, expresó él.

Entretanto, Kirui se ajusta a la fama que viene con las medallas en eventos de alto perfil como el Maratón del Campeonato Mundial y los Juegos Olímpicos. «La gente en Nairobi, gritan, «¡Ese es Abel Kirui, el chico que corría!» La primera vez que alguien lo reconoció, Kirui dice que se sorprendió.

«No pensaba que alguien me conocía».

Pero ahora, Kirui dice que está feliz, que el mundo está observando. «Quiero que sepan que es el poder de Dios que me mantiene corriendo. Todo el tiempo, el poder de Dios.»

– Con reportaje de William Costa Jr., «Cada carrera es una oportunidad. Lo que le digo a Dios es, 'Doquiera me pongas, hablaré de ti'. Así que cada vez que termino una carrera digo, 'Gracias, Dios'» dice Kirui.

Criado en la zona rural de Kenia, en lo que él llama cariñosamente «humilde» hogar de madre soltera, Kirui dice que aprendió a depender de Dios temprano en la vida. Su madre, a quien cita como su mayor influencia espiritual, lo animó a asistir a la iglesia los sábados por la mañana. En el día de hoy, dice él, su hábito de la oración temprano en la mañana es una herencia de ella.

«Recuerdo que se despertaba tempranito a orar para que escogiéramos a quién serviríamos en la vida», expresó. «Ahora, cada mañana me levanto muy temprano a orar y a pedirle a Dios que me de fuerza para correr».

Como jovencito, Kirui dice que soñaba con una vida más allá de su pueblo natal.

Traducción: Aleida T. Romero

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